Opinion

 

El efecto Koryukivka

Sin duda alguna, la invasión rusa a Ucrania ha dejado, clavados en la memoria, momentos inolvidables de heroísmo

Una pareja de recién casados celebrando su luna de miel… con dos fusiles AK-47 en mano. Abrazados, sí, pero a la espera de cualquier cosa que el destino les pudiera deparar. Habían formalizado su unión justo durante los primeros momentos de la invasión.

Una niña sosteniendo un peluche y un niño disfrazado de soldado, ambos despidiendo nostálgicamente a los jóvenes y valerosos soldados con la bandera de Ucrania en la manga de sus uniformes, montados sobre un blindado.

El antiguo campeón mundial de boxeo, Klitschko, quien dejó sus cinturones dorados de lado y, desde su posición como alcalde de Kyiv -aún pudiendo huir-, decidió tomar las armas para enfrentar a las tropas usurpadoras rusas.

Sin duda alguna, la invasión a Ucrania ha dejado, clavados en nuestra memoria, momentos inolvidables de heroísmo.

Una de estas fotografías históricas que quedarán para siempre en el recuerdo es aquella que muestra a un grupo de personas, comunes, sin armas, entre ancianos, jóvenes y hombres maduros, quizás también algunas valerosas mujeres, que prefirieron defender su tierra a capa y espada, bloqueando la carretera principal de entrada a la pequeña población de Koryukivka, ubicada al noreste de Kyiv. Todo ello, mientras una columna de tanques rusos de gran tonelaje se aproximaba por esa misma carretera. El objetivo de los rusos: tomar la población y continuar hacia la capital. El de los ucranianos: defender su lugar de origen. La colisión: imposible de ser impedida. Los recuerdos: la masacre de 6,700 ciudadanos ucranianos en ese mismo pequeño poblado, en marzo de 1943, a manos de las SS Nazis.

Los vídeos que acompañan la fotografía muestran la manera en que el grupo de ciudadanos se junta cada vez más, hombro con hombro. Así, como una masa humana con un mismo corazón, gritaban consignas a favor de su patria: Ucrania. Al mismo tiempo, pedían a los rusos, a gritos, desafinados, pero al unísono, que despejaran el área, y que volvieran a su país.

Lo increíble sucedió. Los tanques rusos, luego de algunos momentos de duda e inquietud ante la situación, dieron vuelta, todos ellos, y regresaron por la misma carretera, perdiéndose a la distancia. Los gritos de júbilo de los ucranianos, hundiéndose al mismo tiempo en lágrimas, fueron realmente increíbles. Su tierra había sido salvada. Vivirían un día más para contarlo.

A nivel jurídico, la maniobra de repliegue tiene todo el sentido, puesto que el Convenio de Ginebra relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra (IV) justamente establece el ámbito de protección para la población civil, que no puede ser objeto de agresiones indiscriminadas, aún en tiempos de guerra -sino que, antes bien, establece numerosos mecanismos de asistencia para dicha población-. Así pues, hemos de reconocer que los rusos prefirieron replegarse, decorosamente, antes que propiciar un baño de sangre.

A nivel simbólico, se trata del “Efecto Koryukivka”. No existe una fuerza más capaz, más valerosa, más unida y poderosa, que un grupo de civiles, de todas las edades, tomándose de las manos, juntándose en un mismo lugar, para defender su hogar. Sin armas, pero al mismo tiempo armados con todo el coraje de las experiencias vividas en esas mismas calles, durante años. Hubieran sido eliminados fácilmente, pero, paradójicamente, estaban dispuestos a todo. Darían sus vidas, sin dudarlo un solo segundo, por el futuro de sus hijos y por aquellas generaciones que lo dejaron todo para trabajar y vivir en esas tierras.

Los soldados rusos fueron presa del ‘Efecto Koryukivka’, los tanques y su poder de fuego quedaron absolutamente inutilizados. El daño fue mayor que aquel que hubieran infligido esos mismos civiles si hubieran estado armados con rifles de asalto y RPGs. El clamor por la patria, por el hogar y por la familia, infunde profundo respeto en el enemigo, máxime si este enemigo realmente vive en condiciones similares y, verdaderamente, no es “el enemigo”. Y es que debemos recordar que la población rusa de a pie, que compone el ejército, comparte lazos de sangre con el pueblo ucraniano. Esta no es su guerra. No presenciamos aquí una confrontación entre civilizaciones. Se trata, en cambio, de una guerra en la que la población fue sumergida forzosamente a causa de consideraciones netamente políticas, pero, como podemos ver, muchas de ellas quedan reducidas a argumentos banales e insensatos cuando se enfrentan, cara a cara, al ‘Efecto Koryukivka’.