Discriminación, desprecio y opresión
“En 2022, mas de 100 años mas tarde, la señora Rosario Murillo, coequipera de las nefastas andanzas políticas y personales del dictador Ortega de Nicaragua, califico a los obispos de ‘demonios de Satanás’ “.
A sus 35 años, el impetuoso líder del partido comunista ruso, Lenin, pronunció palabras que calaron profundamente, constituyéndose en un escollo para la iglesia católica:
“Nuestro partido es una unión de luchadores conscientes y avanzados por la emancipación de la clase obrera. Esta unión no puede ni debe permanecer indiferentes ante la inconsciencia, la ignorancia o el obscurantismo bajo la forma de creencias religiosas.”
Desde esta temprana edad Lenin concibió la religión como un elemento de alienación y un palo en la rueda de la “revolución obrera”, puesto que, a través de la religión, en su criterio, se podía frenar la emancipación: podía ser utilizada como herramientas de opresión y de degradación de las reales capacidades del ser humano.
A raíz de esta postura ideológica, la Iglesia tuvo que soportar una persecución incesante por parte del bloque comunista, desde la revolución de 1917 hasta la caída de la URSS. Sin duda alguna, hizo historia el joven pontífice Juan Pablo II, quien desde finales de los 70 organizó una especia de cruzada para hacer prevalecer los derechos de los católicos, incluso aquellos bajo el yugo de la represión en aquellos grisáceos y desabridos países de Europa del Este, donde las hileras de edificios homogéneos se confundían con el férreo control poblacional en contra de sus habitantes.